miércoles, 10 de septiembre de 2008

La siesta

Las cinco de la tarde, hora torera, 40 grados al sol y donde quieras.
Un inmenso sopor de mí se apodera.
¡Ay!, sofá de mi vida, sofá de mis buenas siestas.

Estoy sola. Me duermo. Entre sueños la oigo llegar. Ojalá no me vea. Pero ella dulcemente besa mis pies, la rechazo. Ella insiste y acaricia mis brazos, la vuelvo a rechazar; parece que se va.

Cojo de nuevo el sueñoo y ella vuelve deseosa a besar mis ojos y mi boca. Y de forma cansina, una y otra vez de los ojos a la boca, de los brazos a las piernas, y otra vez en la boca. Me levanto taquicárdica y con ganas de matarla: ¡matar a esa puta mosca!

Rosario Herrero. Madrid

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