Desde las 11 de la mañana de este domingo quería leer la prensa. Me compré el País en el quiosco de Via Laietana, subí a casa y lo dejé encima de la mesa. Hasta hace una hora no he tenido la oportunidad de dedicarme un rato a la lectura. Las notícias del períodico ... tristes, aburridas ... solo me detuve en el artículo de la pataleta del rey con el Chavez y una sobre la influencia de internet en los perfiles de marketing actual ... pero lo mejor estaba por llegar ... abro el EPS y despues de hojear un rato veo el artículo de David Trueba 40 sin 40.
Me he reido, me ha gustado, me he visto reflejado, ... me ha dado muy buen rollo. Apunto un par de párrafos:
"Mira, antes a nadie le importaba un pimiento lo que pensaban o hacían los jóvenes, daba igual. Esto cambia a partir de que tenéis dinero. Y hay que lograr por todos los medios quitároslo" (Rafael Azcona)apuntaría muchos párrafos más, pero mejor leerlo vosotros mismos (si habeis llegado hasta aquí)
El único símbolo de prestigio unánime en nuestra sociedad consiste en no salir en televisión, y el único certificado de éxito, salir en ella. Los menores de 40 aprenden a la fuerza a sobrevivir en esa esquizofrenia. Y miran la televisión de otra manera. Entre Los Chiripitifláuticos y Muchachada Nui lo que hay es la pérdida de la virginidad del espectador, convertido en rumiante audiovisual.
La muchachada no ha tenido una guerra por detrás ni una transición por delante, no ha tenido a un dictador ni a un cura encima. Pero, eso sí, ha tenido la persistente lección de sus mayores sobre lo fácil que es la vida hoy. Puede que sea fácil comer y circular por túneles subterráneos. Pero vivir nunca es fácil. No han oído hablar del hambre de la posguerra ni de los sabañones, pero conocen la plaga de la anorexia y la depresión, la duda y el desánimo. No se empeñen en querer conocer el cerebro de alguien por su forma de vestir. Puede que enseñen el ombligo, y el tanga, y los calzoncillos, pero ocultan todo lo demás.
El mundo se ha acelerado, de eso nadie tiene duda. Antes un Gobierno podía congelar una noticia e incluso un estado de ánimo social durante meses y, sin embargo, ahora, por más control que se quiera aplicar, en dos horas la calle vibra porque lo sabe todo. Así, la generación del "paso de todo" se convirtió en la del "pásalo". Aquí y en Birmania.
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